Van Gogh y el Síndrome abstinencia

Cuando pensamos en Vincent Van Gogh se nos viene a la mente la imagen de un genio torturado, algo que por desgracia es más habitual de lo que podría parecer. El pintor holandés es casi tan conocido por su trabajo como por el famoso incidente por el que se cortó una oreja, signo de que su cabeza no estaba, al menos en ese momento, en su mejor estado. Lo cierto es que Van Gogh fue una persona castigada por la vida, un hombre proclive a amores imposibles de los que siempre salía malparado, pero lleno de inspiración. Un artista incapaz de dejar de crear salvo cuando su propia enfermedad selo impedía. Y es que durante mucho tiempo, Van Gogh sufrió de depresión, algo que acentuó sus posibles problemas psicológicos, según han diagnosticado los expertos posteriormente, haciendo un seguimiento de sus cartas y su propia vida.

El famoso incidente de la oreja tuvo lugar a finales de 1888, y supuso el inicio de la verdadera decadencia del pintor, aunque muchos pensaran que sería su punto más bajo. El artista vivió al menos un año y medio más, un periodo en el que siguió pintando y creando de una manera casi febril, pero en el que también vivió atormentado por sus propias emociones, sus enfermedades y por un problema añadido: el síndrome de abstinencia. La vida bohemia del pintor le estaba costando cara ya a sus treinta y cinco años, y cuando decidió dejar de beber alcohol para intentar curarse, sus problemas, de forma indirecta, se volvieron incluso más extremos. El ritmo de vida, sus adicciones y sus malos hábitos le estaban costando caro, y parecía incapaz de salir de esa terrible vorágine oscura y peligrosa que finalmente terminó con su suicido en 1890. Esta es la historia de sus últimos meses.

Los malos hábitos de Van Gogh

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Uno puede ser un genio y a la vez tener una vida tremendamente errática. De hecho, hay muchos investigadores que tratan de encontrar la relación entre una sensibilidad artística especial y problemas psicológicos o incluso mentales. Desde luego, en el caso de Van Gogh tienen un ejemplo perfecto de esa misma correlación, aunque habría que decir que los posibles trastornos del artista se volvieron mucho más graves por su falta de cuidados y sobre todo, por sus malos hábitos de vida. Bebía, fumaba y se alimentaba de muy mala manera, lo que llevó seguramente a agravar su posible desequilibrio mental, en episodios de esquizofrenia y delirios que se hicieron mucho más patentes después del incidente de la oreja. Aquello debió servir como advertencia, pero Van Gogh no quiso curarse, al menos no del todo…

La psicosis por el síndrome de abstinencia al alcohol

Cierto es que después de aquel incidente, el pintor decidió instalarse en la pequeña localidad de Auvers-surs-Oise. Sus episodios psicóticos se hicieron más agudos en aquella época, y sin saber muy bien lo que le ocurría, el artista creyó que el problema le venía provocado por el alcohol, así que entró en una clínica para desintoxicarse. Sin embargo, el remedio casi fue pero que la enfermedad, ya que durante el periodo en el que no pudo beber tuvo un severo síndrome de abstinencia. Se trata de un proceso muy duro por el que pasa nuestro cuerpo cuando intentamos dejar una sustancia muy adictiva, en este caso, el alcohol. El síndrome de abstinencia le provocó a Van Gogh varios episodios de delirios y alucinaciones durante sus últimos meses de vida.

El artista vivía aterrado, y de hecho, en sus últimas semanas estuvo pintando prácticamente sin descanso, durmiendo muy poco, comiendo casi nada, totalmente desnutrido  y todavía con esos episodios de delirium tremens, el último paso dentro de la abstinencia, que él intentaba aprovechar para inspirarse y dibujar. Su actividad en aquellos últimos meses fue frenética, creando cientos de obras, pero siempre a costa de su delicada salud. Era como si Van Gogh solo tuviera mente y cuerpo para pintar, sin atender a los signos de advertencia que su cuerpo le estaba mandando. El final no estaba lejos, pero él todavía no lo sabía.

La pérdida de su oreja

Hablábamos al principio del célebre episodio de la oreja, tan popular que incluso ha dado nombre a un grupo de pop español. La realidad sobre dicho episodio ha quedado realmente velada detrás de muchos rumores y leyendas. El artista se encontraba en la ciudad de Arles, ya en Francia, buscando inspiración para sus obras, ya que apenas había sido reconocido en su país natal. Allí, en un frío día e diciembre, el pintor se acercó a un burdel y le entregó a una de las chicas una caja. Dentro estaba su oreja mutilada. La noticia corrió como la pólvora en la ciudad y posteriormente, encontraron a Van Gogh en posición fetal, en su cama, con la cabeza envuelta en unos trapos empapados en sangre. ¿Por qué motivo se había mutilado la oreja? ¿Un amor no correspondido, quizá? ¿Otro episodio de delirio?

Muerte de Van Gogh

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Ubicado ya en Auvers-surs-Oise, el pintor holandés tuvo unos últimos meses de vida muy agitados, entre su trabajo, el cual prácticamente no dejó hasta el día de su muerte, y los episodios psicóticos que eran cada vez más habituales. De hecho, los especialistas coinciden en asegurar que la mala vida de Van Gogh había sido la causante de llevar al extremo estos episodios, de azuzarlos aún más en sus últimos años. Se sabe, por las cartas que le mandaba a su hermano Theo, que sufría de constante angustia y terror, aunque era incapaz de reconocer el mal que tenía, calificándolo a veces como simple “locura”, una palabra que posteriormente se ha asimilado al artista en muchas ocasiones.

Tras uno de los episodios más severos, en febrero de 1890, Van Gogh se sumió en una profunda depresión que no hizo más que agravar todos sus problemas anteriores. Solo quería trabajar, sin dormir apenas, sosteniéndose a base de café y de la poca comida que consumía. Seguía teniendo delirios provocados por el síndrome de abstinencia. Hasta que un 27 de julio de ese 1890, Van Gogh salió a dar un paseo por el campo y aparentemente, se disparó de manera accidental con un revolver. Pensando que la herida era superficial, volvió a su pensión y allí permaneció un par de días hasta que murió finalmente el 29 de julio, a los treinta y siete años, cuando su fama estaba empezando a ser reconocida. Un final indigno para un genio que lo arriesgó todo  por su obra, incluida su propia razón.